Expirado
Reflexiones Cátedras

La responsabilidad social en Argentina

Sergio Bergman, Rabino de la Congregación Israelita de la República Argentina y presidente de la Fundación Judaica, sostuvo que la Argentina, no tiene problemas económicos o políticos, sino un profundo problema cultural que tiene que ver con la crisis de valores.

Empresa 

Voy a tratar, en una síntesis, de hacer una apertura sobre algunos conceptos relacionados con el contexto que estamos viviendo, no lo que sería la Empresa con responsabilidad social tomando como referencia a los Empresarios o a una utilidad económica, sino la consideración de nuestro País, la Argentina, como una Empresa con Responsabilidad Social.

En este aspecto, creo que no es conveniente que el término empresario, empresa o el verbo clave que es el que instituye esa capacidad, emprendedor, esté restringido sólo a la definición formal de la Empresa como una actividad en lo económico.

En la medida en que podemos tomar este término de la empresa, como una dimensión universal que nos atraviesa a todos por igual, cuando somos capaces de tomar una iniciativa y asumir el potencial de desplegar el ser en el hacer, nos transformamos, entonces, todos en emprendedores; sea en una actividad económica, en una actividad cultural, en una actividad social. Es necesario para construir y hacer un país, que todos nos asumamos ser empresarios, en el término propuesto.

El potencial de emprender pone de manifiesto nuestra capacidad humana, porque eso es de hecho lo que vinimos a hacer, no vinimos sólo a trabajar y a producir, vinimos a devenir para trascender. 

Justamente, en el campo en el que uno quiere vivir y ser un emprendedor, no es necesariamente el campo en el que está trabajando; a algunos le coincide ser emprendedores en el trabajo, pero no necesariamente la acción emprendedora se restringe al trabajo.

Si cada uno de los argentinos encontramos un lugar para ser empresarios, entonces, la calidad de vida de la sociedad que constituimos cambia, porque se evita la polarización del empresario como Empresa, como polo de desarrollo de lo económico de una Sociedad que gira alrededor de uno de los valores centrales, pero no esenciales, donde se termina haciendo idolatría de la economía.

El país, la Argentina, no tiene problemas económicos o políticos. Lo político o lo económico son indicadores de un profundo problema cultural que tiene que ver con la crisis de valores. No, valores nominales.

Valores desplegados en acciones, porque los valores tienen que ver con lo que nosotros valoramos y hacemos valer.

Recuerden que durante más de una década, el único valor sustentable, central, mutante de la cultura de nuestra sociedad, fue un peso, un dólar.

A partir de ese axioma se organizaron un montón de conceptos que tienen que ver con el valor, parecía sólo una variable económica o que organizaba una economía y sin embargo, organizó nuestro mercado de valores, que no tiene que ver con lo que cotiza en Bolsa, sino lo que somos capaces de hacer, nosotros, cuando no podemos sostener los Valores.



Responsabilidad 

La segunda dimensión tiene que ver con responsabilidad.

Si todos nosotros somos emprendedores, tenemos responsabilidades.

La responsabilidad cambia la dimensión de la obligación como impuesto o impuesta por coerción, por premio o castigo a una acción que está basada en asumir, en responsabilidad, que debemos dar respuesta.

Responsabilidad es como responsa o sentirse interrogado, por ejemplo por el lugar, por la situación que vive; uno está interpelado por lo que sucede, donde nada de lo que ocurre le es ajeno; te pregunta, y si te pregunta, respondés. Esto vale para todas las tradiciones.

En la tradición judía, estamos en tiempos donde este punto es muy importante. Estos son los días en que nos preparamos para renovar el año, período de reflexión, de teshuvá, que significa responder. 

No hay otra manera de responder al afuera que no sea volviendo sobre nosotros mismos, para saber de dónde venimos, dónde estamos y dónde queremos ir.

No podemos responder al afuera sin antes proveer desde adentro una energía, una visión y una convicción, en la que, uno, involucra su ser en la respuesta.

No es una respuesta intelectual o nominal, no es un trabajo editorial de lo que se tiene que hacer; es un compromiso personal, uno es la respuesta porque en lo que responde, se involucra, se compromete; no es un opinador, es un hacedor. 

En esta dimensión de la responsabilidad como despliegue de respuestas concretas y cotidianas, nos damos el margen de lo humano, de la equivocación, porque de esa equivocación de la respuesta no se juzga la eficiencia sino la vocación de querer responder y no decir lo que otro tiene que hacer, anulando así toda perspectiva mesiánica de que alguien nos va a arreglar los problemas o alguien es el que tiene éxito o es condenado al fracaso. 

Responsabilidad que tiene que ver que cuando las cosas están mal, no las vamos a resolver catárticamente con una cacerola.

Responsabilidad significa, no que se vayan todos sino que se queden los buenos; porque el pedido “que se vayan todos” no es responsable, nos asegura que se queden todos para siempre. Responsabilidad, son acciones concretas en las cuales uno dice: yo pongo mi ser en respuesta, en posición de respuesta y acepto que todo drama y toda bendición de mi acontecer son preguntas donde soy llamado a responder. 

Siempre es mejor equivocarse en la respuesta que no responder.

Siempre es mejor involucrarse, aun, sin saber para qué en términos de la eficiencia o de la eficacia, pero no obviar que sin responder uno no llega a ser; porque si uno no se involucra, entonces no es. 

La dimensión fundante del valor de la acción que moviliza a la responsabilidad es el amor; uno responde por amor; la única manera que tenemos de darle sentido al tiempo que es la bendición de tener vida, es amar. 

Por amor vinimos al mundo y por ese amor es que no nos vamos... aunque partimos.

Entonces, cuando uno responde a otro es un acto genuino de amor. No me refiero a contestar. Contestar tiene que ver con sentir que a uno lo interpelan para confrontar. 

Responder es un acto amoroso de dar; la respuesta es una ofrenda. Responder, ofrendar, no es el saber intelectual sino el ser espiritual y emocional de que uno se pone a disposición cuando responde.

Este es un punto central ya que la generosidad, el compromiso, la vocación, el hacer con el otro son pactos de amor; sobre el amor se sostiene todo: la verdad, la justicia y la paz, que, según la tradición judía, son los tres pilares sobre los que el mundo está sostenido. 

Todas las religiones afirmamos exactamente lo mismo, por que justamente Dios es único, Dios es padre, entonces –nosotros- somos hermanos y somos familia. 

Una familia se sostiene sobre valores, los valores humanos, que no son propiedad de nadie sino desafío de todos.

Los valores son universales y la manera de desplegarlos son particulares.



Social 

El concepto que quiero tratar ahora es lo social.

¿Qué es lo social? ¿Cómo somos como país? Una Empresa con Responsabilidad Social, entendiendo que el último término es el primero, porque lo social es lo que nos constituye como humanos. 

Nosotros no somos seres naturales, no somos sólo mamíferos sofisticados; somos seres sociales y culturales. Cuando hablo de la cultura me refiero a cultura como trabajo, como hacer, no como arte o el lugar adonde uno va hacer cultura en el ocio o esparcimiento para alimentar el espíritu. 

La cultura es nuestra acción humana, es el trabajo que nosotros podemos incluir en la modificación del tiempo, que la vida nos da, para dejar una marca, una huella y una trascendencia.

Esa cultura es el tejido de un Pacto Social. Nosotros somos dadores de sentido en el pacto. La figura de pacto, en la tradición judía, -en general en todas pero particularmente en la judía-es fundante.

La Torah, la ley, es un pacto. Nosotros somos hijos de esa Ley porque pactamos con ella. Es muy importante el pacto para constituir lo social, porque no hay Sociedad sin sostener el pacto.

Lo social es desplegar un pacto con un socio, y si uno con el otro se hace socio constituye sociedad. Cuando nosotros decimos “la sociedad argentina” la vemos como si fuera un producto terminado, como una cosa objeto de estudio, crítica, análisis.

Pero la sociedad se va haciendo en el pacto en el que nos hacemos socios, por lo tanto tenemos que responder como emprendedores que vamos desplegando el país y, con responsabilidad porque nos sentimos interpelados porque lo que nos pasa a todos. 

¿Cuál es el principio de pactar con mi ciudadano para que seamos socios? 

Porque si somos socios con el vecino tendremos sociedad, de otra forma tenemos una dispersión atomizada de corporaciones aisladas que buscan su propio interés, porque no están emprendiendo sino que están consumiendo, depredando y tomando para sí, por lo tanto no tienen responsabilidad, ya que no se sienten interpelados por ninguna otra cosa que no sea su propio interés, sin un acto de ofrendar nada, ni amoroso ni reparador, ni cívico ni solidario, tomo todo del otro para mí y si puedo después reparto.

Por último, esta idea de que el pacto está regulado, justamente, por la Ley. Para la Tradición de Israel es la Torah, para la Sociedad es la Constitución Nacional. Nosotros pactamos que esos son los valores fundantes que nos constituyen como Nación. Tenemos una Constitución en Valores de la Nación Argentina. 

Cuando nos olvidamos, simplemente, la palabra en valores, lo que cae es la motivación de emprender y la dimensión de responsabilidad porque somos responsables por esos valores, y nos transformamos en espectadores, en analistas y críticos, de, ni más ni menos, el país que somos –no del que hacen otros- del que hacemos nosotros, por acciones u omisiones. 

Restituir entre nosotros la dimensión de lo sagrado 

¿Cómo hacemos que ese pacto que nos hace sociedad se haga sagrado entre nosotros? Sagrado, no en referencia a una intervención de Dios en nosotros; la palabra sagrado no es mirar al cielo, lo sagrado pasa acá en la tierra, cuando traemos el cielo, cuando nosotros tenemos una dimensión cultural en la que hacemos un espacio entre nosotros, como sociedad con pacto social, con responsabilidad, con ofrenda amorosa, cuando podemos emprender la empresa humana de traer entre nosotros lo divino; es repatriar del exilio al que confinamos a Dios, a que viva entre nosotros. Por lo tanto no le pedimos a Él que haga, sino que lo invitamos a que conviva y sea socio de nuestro quehacer, como emprendedores responsables y sociales del país que aún nos debemos.

Si Dios está entre nosotros entonces, todos, volvemos a restituir esta dimensión de que la sociedad ya no es solamente sociedad. La Sociedad se hace Comunidad, y tenemos una Común Unidad, en los valores, en Dios y entre los hombres. Entonces seremos, definitivamente, no sólo bendecidos, como somos los argentinos, sino que –Él- estará en la obra de nuestras manos. No hay que preguntar tanto dónde está Dios en lo que nos pasa, Él nos interpela: ¿dónde está el hombre?

Vinimos a emprender, a responder y a construir su casa y su reino entre nosotros.