Expirado
Reflexiones Cátedras

El diálogo y la cooperación son los nuevos paradigmas del pensamiento

Hay que entender que en cualquier relación con el otro los dos tienen que salir beneficiados, no tiene que haber ganadores y perdedores, explicó el Rabino Daniel Goldman, de la Comunidad Bet-El. Esta fue su ponencia:

Los cambios en los paradigmas del pensamiento hoy tienen que ver con el diálogo por sobre la disputa, la cooperación por sobre la competencia, y entender que en cualquier relación con el otro los dos tienen que salir beneficiados, no tiene que haber ganadores y perdedores. 

Estando el plano de los valores y los ideales, la cuestión es ver cómo hago en mi vida cotidiana para traducir todo eso a lo que me pasa, a mi convivencia, a mi vida misma. Ese es el juego que uno tiene que hacer permanentemente: cómo penetra el campo de las creencias, los valores y los ideales en lo que me toca vivir todos los días. Hay cosas de la naturaleza y de la naturalidad humana que nos hacen animales. Somos animales que hemos desarrollado cultura, y a veces esta cultura lleva a una cuestión valorativa en donde estos valores muchas veces se hacen relativos.

El grave problema es cuando los valores se transforman en cuestiones relativas y no absolutas. Por ejemplo al no matar, no robar, etc., los relativizamos, y un simple justificativo social o una comprensión, sirve para decir bueno, no es tan grave o lo que pasó podemos dejarlo pasar. Es ahí donde empieza la cuestión. Matar es un delito, robar es un delito, y es y debe ser punible. Por supuesto que está en manos de un juez determinar cuál debe ser la pena, pero ya está la cuestión establecida dentro de los 10 mandamientos. 

Campaña para enseñar los 10 mandamientos

Muchas veces pienso que deberíamos hacer una campaña para enseñar los 10 mandamientos. Solamente basta con observarlos -no hace falta mayor sofisticación- para que el vínculo entre los seres humanos sea distinto. Pero, por otro lado, es bueno reconocer esta cuestión que la naturaleza muchas veces se impone sobre la cultura. Si la cultura puede controlar, la naturaleza descontrola. Entonces ahí es donde vuelve a producirse algo de la cuestión del caos. El trabajo de la gente del campo es, en definitiva, imponer cultura sobre naturaleza, imponer del modo tal que puedan ser acompañadas las dos, saber que la imposición exagerada hace que la naturaleza se vuelva en contra. Ahora, no tener vínculo con la naturaleza es negar la esencia del ser humano.

En el Génesis, en los dos elementos, está la cuestión en los dos capítulos, el hombre como conquistador o el hombre como parte; y cuando al ser humano se le da el sentido de cuál es su misión en la tierra, es para trabajar y para cuidar, para que él esté en el mundo y hacer de ese mundo un trabajo, pero, a su vez, que ese trabajo no tenga el exceso en donde no esté cuidado de ese mundo. Entonces es un juego permanente, constante.

Yo creo que independientemente de esta cuestión de la superación de la cultura sobre naturaleza, ha habido un avance importante en los últimos años en la cuestión de nuestra conciencia ecológica; saber que el hombre señorea teniendo responsabilidad sobre esta cuestión de que se encuentra en la tierra.

Es muy importante ese sentido y en virtud de este sentido es como nos vamos a proyectar hacia el futuro. El Shabat no tendría que ser un ejercicio semanal sino diario; esa cuestión de contemplación y ver hacia dónde vamos. 

En Israel existe el Fondo Agrario de Israel. Cuando, a principios del siglo 20, los primeros colonos llegaron a Israel accedieron a una zona muy empantanada. Entonces, la forma de poder transformar el pantano en una zona vivible era plantando árboles. Así se descubrió que, por una cuestión de metabolismo de la tierra, determinados pantanos se secaron en la tierra de Israel, haciendo que algunos pájaros no aniden. Por lo tanto se secaban los árboles y no se empantanaba el lugar. El árbol quedaba seco y no podía ser motivo de una tierra que pueda ser trabajable. Entonces, se necesitaba ese pantano.

Muchas veces, en virtud de esta conquista que el hombre tiene y que cree que eso es civilización, lo que hace va en su contra; creía que iba a ser una ayuda pero se transformó en su contra. 

Hoy se está dando en la Argentina una cuestión de amalgamiento, una unión, un encuentro, entre lo político y lo religioso. Cosa que por un lado me pone contento y por otro lado no me huele muy bien, porque creo que son dos lenguajes diferentes. Mientras el político tiene la obligación de hablar acerca de la república y los ciudadanos, el religioso tiene la obligación de hablar sobre el vecino y el prójimo, y son dos cosas diferentes.

Vecino y prójimo es diferente a ciudadano. Ciudadano hace a un registro de derechos y obligaciones y prójimo hace referencia a la esencia humana.

Muchas veces se confunden los planos; una cosa es la lectura o la crítica social que se puede hacer y otra cosa es la intervención en el plano de lo político específico.

Me parece que tener sentido, desde lo religioso, del tiempo, en una perspectiva diferente, mayor, es lo que hace la diferencia en el análisis de la coyuntura o en la intervención en la coyuntura.

Creo que en donde se confunden los dos planos se produce un cortocircuito. Es decir, yo quisiera tener políticos que estén imbuidos del espíritu religioso, no religiosos que estén haciendo política. Y en la medida que nosotros vivamos en una época de confusión en este sentido, creo que vamos a estar viviendo una crisis de oportunidades y estaremos permanentemente profundizando la crisis. 

Sabio es el que aprende de los demás

En el Talmud aparecen dos definiciones de lo que significa Sabio. Una dice que sabio es aquel que aprende de los demás. Hay una sabiduría que se obtiene en virtud de que haya una correlación de intenciones y de búsquedas comunes, y la forma de poder combinar lo que uno y otro saben, hace que se convierta en sabiduría.

Y, según la segunda definición, es sabio el que ve al recién nacido; el que proyecta qué va a ser de este niño que recién nace, para ver qué va a acontecer en su futuro.

Entonces, parece que hay dos cuestiones. No dejarse apabullar por el pesimismo, pero tampoco dejarse llevar por el optimismo. Uno tiene ser cauto en eso y tener noción de que la realidad es mucho más compleja que aquello que nos toca vivir a nosotros.

Nuestra realidad no es la realidad. La realidad tiene que ver con la cuestión de saber interpretar lo que en el lugar del otro me hace a mí ser sabio, proyectándome en la correlación del futuro.

Creo que hay dos formas de definir sabiduría. En una, sabio es la persona que tiene conocimientos, y en otra es lo que quiere decir anciano, es decir que el paso de la vida va dando sabiduría. A su vez el paso de la vida va dando un sentido de poder asentar cuáles son las cosas que uno aprende. Tiene que ver con la mesura, la prudencia.

Saber interpretar sueños tiene mucho que ver con la vida que uno lleva, en los lugares en donde muchas veces se siente conforme. Muchas veces uno se siente conforme y disconforme a la vez. Si yo le pregunto a un grupo de personas del campo, cuántos se quieren ir a vivir a la ciudad, probablemente muchos levantarán la mano. Lo mismo al preguntar en la ciudad cuántos se quieren ir al campo, también muchos van a levantar la mano.

Tiene que ver, no con el lugar en que se vive, sino con la insatisfacción que uno tiene permanentemente. Esto es parte de la condición humana, que es tan antigua como la modernidad, o postmodernidad, que estamos viviendo hoy.

Siempre me acuerdo de un cuento Jasídico. Había un hombre que vivía en el pueblo muy pequeño. El decía no me satisface estar en este pueblo, no me gusta. Entonces se fue a Varsovia, a la gran ciudad. Cuando llegaba allí decía no me gusta Varsovia y volvía a du purblo, pero no le gustaba y volvía a Varsovia. Entonces los amigos le preguntan cuál le gustaba más. Y él respondía que lo que le gustaba más era el viaje.

Entonces, esta cuestión de pensar la vida como viaje da una sensación de dinamismo distinto a específicamente el lugar donde queremos estar.

¿Es el estar un lugar o es el estar una condición? ¿Es el estar un espacio o es el estar una cuestión de tiempo?

Mientras otras civilizaciones le dan tanta importancia al espacio, la civilización judeo-cristiana desarrolla una idea de que el palacio está en el tiempo. ¿Cómo desarrollar la idea de tiempo y vivir en el tiempo?, y ¿cómo hacemos para que ese tiempo pueda ser significativo a nosotros? Tal vez sea esa una de las claves para entender la satisfacción o la insatisfacción. 

El grave problema es el desencuentro de hermanos

Si yo tuviese que pensar en algo característico de la cuestión de la Biblia como mensaje, diría que esto está resumido en un versículo que aparece en uno de los Salmos: “¡qué lindo y qué agradable poder estar los hermanos sentados juntos!” ¿Por qué insiste en esto? Porque los hermanos no estamos sentados juntos, estamos sentados separados, estamos viviendo permanentemente en pelea, en confusión, en conflicto.

Y si uno toma la Biblia como una sucesión de paradigmas, ve que el grave problema es el desencuentro de hermanos. Los hermanos que aparecen primero son Caín y Abel. Esta situación termina en el asesinato de uno sobre otro. Caín mata a Abel.

La segunda situación que aparece de hermanos es la de Isaac e Ismael, que no ha sido resuelta; todavía estamos discutiendo al respecto.

La tercera tiene que ver con la sensación del cambio. Es la de Jacob y Esaú. Dos hermanos que nacen en el mismo momento, los definen como mellizos, pero con características totalmente diferentes. Uno, dice el texto bíblico, era un cazador, el otro era un hombre que estaba cercado en las tiendas; después la tradición lo va a colocar como un hombre que tenía apego hacia los libros y el estudio.

El cazador y el agricultor

Creo que son dos formas de intentar ver la vida, ver el mundo, la civilización. Uno era aquello que representa la vida del cazador y el otro la vida del agricultor. Y son dos cosmovisiones diferentes, dos formas de ver el mundo totalmente diferentes. 

El cazador tiene el concepto, la forma de ver el mundo y la vida acorde a lo que llamaríamos el presente perpetuo. Presente perpetuo quiere decir que satisfago mis necesidades, y una vez que satisfago mis necesidades, me tranquilizo; siempre en el momento que tengo hambre salgo a cazar, cazo, satisfago mis necesidades y se terminó.

En cambio, el agricultor como cosmovisión tiene una perspectiva de vida distinta. Sabe primero que tiene que tener paciencia, y segundo que, a diferencia del cazador, no todo depende de él; reconoce que hay tiempos que van más allá de lo que él puede dominar y que hay otros socios en su trabajo. Esos socios son la tierra, el sol, el frío, el calor, el día, la noche. Entonces, esto da una perspectiva distinta de lo que significa pasado, presente y futuro.

Hay un pensador que falleció hace unos años, el rabino Soloveitchik, que escribió un libro llamado “La soledad del hombre de fe”, donde desarrolla estos dos paradigmas. Dice que el primero es el hombre que desarrolla la paciencia, el sentido de ubicación. El segundo es aquel que aprende a ser conquistador y ambicioso. Ambos personajes son contradictorios, pero pueden vivir en uno. A veces somos ambiciosos y a veces somos apacibles. A veces somos seres humanos del cariño y a veces somos seres humanos del odio.

Tal vez partir de esta premisa es posible llegar a comprender de una manera antropológica al hombre. 

Yo les quiero confesar que en una época de mi vida me analicé y descubrí que las cosas que me pasaban a mí eran las que le pasaban a casi todo el mundo: amaba, odiaba, era celoso, por otro lado era cariñoso, me gustaba estudiar pero a veces me gustaba no estudiar tanto, tenía ideales pero a veces me preguntaba cómo hacer para cumplir con esos ideales, etc . En la medida que uno comprenda que el ser humano es contradictorio va a poder ayudarse a sí mismo a comprender a cómo superar esas contradicciones.

El manejo de la información

Tal vez la cuestión es preguntarse si estamos viviendo una época de crisis, y no hablo sólo de la Argentina sino del mundo. Personalmente no sé si estamos viviendo una época de crisis diferente a las que nos tocaron vivir como humanidad hasta este día. Sólo que hay dos cuestiones que son diferentes, distintas y superadoras. Una que tiene que ver con el manejo de la información y otra con el manejo del conocimiento.

Hoy estamos invadidos de información, a diferencia de lo que pasaba años atrás y siglos atrás. Cuando se piensa en los filósofos antiguos o del medioevo, se considera que no tenían la cantidad de información que podría llegar a tener hoy un chico de la escuela secundaria. La genialidad estaba en poder desarrollar un pensamiento propio con una categoría limitada de información. Los grandes filósofos de la humanidad y del humanismo sabían menos de lo que sabemos nosotros. Simplemente el gran problema de hoy es que la invasión informativa es tal y es tanta que no sabemos seleccionar qué es lo que conviene y qué es lo que no conviene. Y para eso hace falta mucha sabiduría, que tiene mucho que ver con la paciencia y el coraje para saber interpretar y actuar. Las dos cosas, paciencia y coraje. Hay momentos en que se nos exige coraje y hay momentos en que se nos exige paciencia. Actuar corajudamente en los momentos de paciencia es un error y actuar pacientemente en los momentos de coraje es la repetición del mismo error. 

Segundo, la información es también homogeneizada; nosotros sabemos qué es lo que está pasando en Carlos Casares y qué es lo que está pasando en Irak. Y el nivel de información que recibimos de manera homogénea nos da la sensación de que es todo lo mismo. Da igual si hay un asalto en La Quiaca o si se produce la entrega de un premio en España. 

Además estamos informados de lo que ocurre en el mismo momento que ocurre. Tengo una anécdota con respecto a esto. Hace unos años me invitaron a hablar a una marcha en Cutral Có. De esa marcha derivó una pequeña manifestación y allí se llevaron presas a algunas personas. Nosotros habíamos ido con el obispo local y con otros referentes sociales de la zona a almorzar y nos avisaron que se habían producido tumultos y que habían detenido a algunas personas. Entonces nos vamos a la comisaría, donde recibo un llamado a mi celular de mi papá en ese momento, que me dice: No te da vergüenza estar detenido. Me dijo que estaba viendo el informativo en directo y decían que yo estaba detenido. Y era verdad, yo había ingresado a la comisaría y me habían detenido; yo no lo sabía y mi papá, estando en Buenos Aires, sí. Es decir, la información va tan rápido que a veces uno no se entera de lo que a uno mismo le está pasando. Por lo tanto, ante la pregunta de si estamos mejor o peor de lo que estábamos, la respuesta es sí y no. 

Estamos mejor porque podemos saber más y estamos peor porque no sabemos dirimir la información.

Encontrarle un sentido a la vida

Yo les quiero decir que el comoditie más caro que existe es encontrarle sentido a la vida. Sobre eso no encontramos todavía el precio; pero es la búsqueda constante, permanente.

En esta época del año la comunidad judía vive la festividad de Janucá y los textos antiguos según los que se conoce la historia consideraban que la guerra que se libró en el año 165 antes de la era cristiana iba a ser la última guerra que se librara. Terminé de leer un libro llamado “El derrumbe del Humanismo”. Desde el año 165 antes de la era cristiana hasta nuestros días el problema del hombre sigue siendo exactamente el mismo. 

En la película de Steven Spielberg “La lista de Schindler” en un momento determinado están por destruir una pequeña aldea y se están por llevar a todos al guetho; es un momento de matanza terrible, y el oficial nazi ingresa a una de las casas para saquearla y encuentra un piano. Empieza a tocarlo y lo ejecuta de una manera extraordinaria. Creemos que solamente un individuo culto, preparado y espiritual es capaz de tocar el piano de esa manera. Y este “buen hombre” que es capaz de tocar el piano con semejante virtuosismo es el mismo hombre que podía ser capaz de dirigir una matanza. ¿Es inherente a la condición humana esto? Tal vez sí. 

Me parece que hay dos cosas, la cultura y la religión como religión organizada, en su sentido social, no teológico. Hasta ahora en la religión organizada nunca estuvimos a la altura de las circunstancias. Porque, por un lado, hablamos de paz, amor y entendimiento, pero estamos tan lejos de la real paz, del real amor y del concreto entendimiento.

Hablamos hoy de este salto que hemos dado en los últimos 30 años, fundamentalmente a partir de Juan Pablo II, con la apertura religiosa que hemos tenido; hemos avanzado siglos en pocos años en cuanto al diálogo interreligioso, pero todavía el diálogo interreligioso no empezó. Estamos todavía en la situación de un coqueteo y de un previo conocimiento. Pero, ¿realmente estamos dispuestos desde un real y profundo sentido del diálogo a colocarnos uno en el lugar del otro? 

Y colocarse uno en el lugar del otro quiere decir comprender cuáles son los prejuicios y cuáles son las virtudes del otro. Eso sucede únicamente cuando uno se sienta y trata de entender desde el corazón y desde la mente, y es un paso que todavía tenemos que dar y falta mucho para eso.

Espero que las instituciones religiosas podamos adelantarnos a los tiempos, no llegar tarde. El gran desafío pasa por comprender que no estamos tan mal, que tal vez las crisis las venimos viviendo porque la crisis es parte del ser humano; quizá ser humano es vivir en crisis. Pero acompañar esta humanidad con el sentido de ser más que humano. 

Espero que comprender este sentido del tiempo del agricultor sea algo que nos lleve a comprender nuestra propia esencia.