Expirado
Reflexiones Cátedras

Cooperación cultural entre España y la Argentina

María Kodama, presidente de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, se refirió a la relación entre España y Borges como una compleja tarea y dijo que como todo vínculo este lazo también está teñido de contradicciones. Esta es su ponencia:

Si nos preguntamos qué es necesario para establecer una cooperación, la respuesta sería es necesario que exista el trabajo compartido, con fuerza y alegría; son necesarios también ideales comunes que permitan establecer esa alianza, creando vínculos. En el caso de la cooperación cultural entre España y la Argentina el vínculo más fuerte e indestructible es la lengua. Los sonidos de una lengua diferenciados y misteriosos, son los primeros que llegan a un ser humano desde su nacimiento, esos sonidos articulándose en palabras y separándose en estructuras harán a través del aprendizaje de ese ser un hombre con toda su posibilidad de comunicarse y de expresar sus necesidades inmediatas. A través de ello le será dado también a algunos la clave para crear un universo, el universo del arte a través de la palabra, es decir el mágico universo de la literatura.

Nadie mejor que Jorge Luis Borges para ofrecernos ese hilo conductor que marcará la entrada y la salida de ese laberinto que son las distintas lenguas que paradójicamente son las que nos facilitan el acceso a esas culturas con las que deseamos establecer los vínculos de cooperación, esos vínculos que van a enriquecernos y van a enriquecerlos aún más. Borges contaba que antes de tener uso de razón sabía que debía dirigirse de un modo a su abuela paterna y de otro modo al resto de su familia. Mucho más tarde supo que esas formas correspondían a dos lenguas distintas: la inglesa y la española. Las lenguas que marcan lo más íntimo del ser de manera indeleble obrarán lenta y subterráneamente, y al decantarlas producirán esa literatura única, esa literatura que lectores, escritores, críticos de América y de España consideran que ha cambiado el rumbo de la literatura en lengua española. Esa dualidad trazará en su vida algo semejante a un laberinto, es decir un camino que “tercamente se bifurca en otro, que tercamente se bifurca en otro”.

Los primeros recuerdos que tiene son los de la biblioteca de su padre, círculo mágico que encerrándolo le daba paradójicamente la extraordinaria libertad a través de la lectura y de la imaginación. Del otro lado de las rejas de ese jardín de su casa en Palermo atisbaba un mundo hecho de compadres y de violencia que le llegaba del exterior, mientras que en la sala lo aguardaba el otro mundo hecho de batallas y de gloria, narrado por los suyos.

Los rostros de sus antepasados lo contemplaban. Todo eso iba dejando su huella en el alma de ese niño que llegado a la adolescencia marchó con sus padres a Europa sin saber que los sorprendería la Primera Guerra Mundial, que cursaría su bachillerato en Ginebra, que no terminó, y que descubriría un mundo diferente hecho de comprensión, de respeto y de cooperación. La experiencia en Ginebra marcará su manera de pensar, su vida, su obra. A pesar de recordarla en la Exposición de la Actual Poesía Argentina organizada por Pedro Juan Viñales y César Tiempo como una “época sin salida, hecha de garúas y que recordaré siempre con algún odio”; el paso del tiempo hará que ese sentimiento natural en alguien que tuvo que dejar la patria siendo un niño a la que vuelve hombre vaya modificándose. Digo que ese sentimiento es natural porque a su regreso Borges debe acercarse a su país, y se dedicaría a cantarlo, redescubrirlo y fundarlo.

Tendrá que separarse de Europa, de esa formación europea, para adquirir su propia identidad sin rechazar ese pasado que todavía es casi presente en él.

Una vez afirmado, los recuerdos de sus años en Europa cambian, y surge nuevamente el amor y el reconocimiento de esos años trascurridos en Ginebra que considerará como algo fundamental en su vida y en su formación intelectual.

No menos importante que la etapa que le sigue a Ginebra es su llegada y estadía en España. Es en Mallorca, en Sevilla, en Madrid donde entrará en contacto con los escritores y poetas de la época. Permanecerá en España entre 1918 y 1921, fecha en que volverá a Buenos Aires.

Hablar de la relación entre España y Borges es una compleja tarea y como todo vínculo este lazo también está teñido de contradicciones. A lo largo de su vida, podemos distinguir el trazado de un laberinto hecho de aproximaciones y de rechazos, y que nos ofrece a pesar de todo un hilo conductor, su admiración inquebrantable por Cervantes, Quevedo, Manuel Machado, autores a los que guardó fidelidad a través de los años.

De sus años en España va a conservar un recuerdo muy especial, sobre todo para un amigo que muere en plena juventud al que conoce en Palma de Mallorca y con quien mantuvo una intensa correspondencia, Jacobo Sureda.

De los noches de bohemia madrileña pobladas de tertulias donde se discutían hasta el alba temas literarios y filosóficos, Borges guardó y atesoró un nombre: Rafael Cansinos Assens.

A más de 60 años de distancia, en San Pablo, Borges se refiere a él como su maestro. El relataba y me relataba siempre las largas caminatas que con un grupo de jóvenes hacia por las noches luego de las tertulias en el café colonial, sede indiscutida de Cansinos.

Quizá lo que deslumbró a Borges fue el hecho de que al ser presentado Cansinos con una voz cadenciosa le dijo que podía saludar a las estrellas en 33 lenguas. La relación entre los jóvenes y el maestro se dará a la manera de los diálogos socráticos donde se entrelazarán las etimologías y el lúcido y claro razonamiento.

Rafael Cansinos Assens es el que acuñó el término ultra, fue el promotor del ultraísmo a fines de los años 10 o inicios de los 20.
El primer manifiesto ultraísta es de 1918 y ahí decía: “nuestra literatura debe renovarse, debe lograr su ultra”; su nombre aparece en las revistas que lanzan y apoyan el ultraísmo: Iglesias, Cervantes, Ultra.
Cabe destacar que la obra de Cansinos parece no tocar la estética vanguardista y en esto hay también un paralelismo con la obra de Borges, hay una actitud contradictoria en Cansinos que va también a encontrarse en Borges.
Cansinos critica el siglo XIX y a los vanguardistas del Siglo XX, crítica a todos los jóvenes poetas que se encartonan en su novela “La academia de la lengua”, y así no siente el agotamiento de las escuelas pasadas. Pero lo que en realidad ataca son los principios estéticos de la vanguardia en general, centrándose en el ultraísmo español.

En medio de toda esta conjunción de ideas va a producirse el encuentro con Hispanoamérica, a través del chileno Vicente Huidobro que llegaba de París con las ideas futuristas y de Jorge Luis Borges que llegaba desde Ginebra para introducir en España el expresionismo alemán. Borges descubre a través del aprendizaje de esa lengua a los poetas expresionistas alemanes a los que va a permanecer fiel toda su vida y a los que va a traducir introduciéndolos entonces en España.

Para Borges la traducción tenía un valor fundamental, ya que es el único vínculo para poder expandir justamente una cultura y hacerla conocer a la otra.
La relación de Borges y de Cansinos es riquísima, tienen ideas en común, gustos en común y la añoranza de poseer una gota de sangre judía. De hecho Cansinos se convierte ya adulto al judaísmo. Pero sobre todo lo que los une es la misma posición crítica y escéptica frente a la vanguardia, actitud contradictoria sobre todo en Cansinos, creador del ultra.
¿Qué motivó a Cansinos y a Borges a no marcar sus obras como producto de un ísmo? Ambos se sienten atraídos por lo nuevo, a lo que se entregaron con fervor pero no sin cierta resistencia; ambos no quieren el rechazo de toda una tradición de los mitos, de la ironía y del humor. Los dos son poseedores de una sabiduría que saben que se enriquece con los matices.
Cansinos es conciente de que toda forma nueva trae consigo un contenido renovador. Es en España donde Borges comienza a publicar sus poemas ultraístas y en aquellas revistas que le dan acogida al movimiento, pero Borges llevará a España y difundirá a los poetas alemanes.

¿Cuál es esta pasión que tiene Borges y que nos entrega en su último libro, Los conjurados, que es también un homenaje a Ginebra? Justamente es a lo que él aspira y deja flotando esa idea para que la humanidad de algún modo la tome y la entienda. Y es el haber podido comprender en esos años de su vida en Ginebra de qué manera recibieron a los refugiados de la Primera Guerra Mundial, y el respeto también hacia el extranjero. Recordaba que cuando sus profesores lo llamaban, como pronunciaban su apellido a la francesa, Borges no entendía que se referían a él, y después de muchos años sus compañeros le contaron que habían presentado una nota al director para pedirle que no fueran con él tan severo como con ellos, porque Borges era un extranjero que estaba aprendiendo el idioma.

Lo que más admiraba él eran dos cosas: el hecho de que países que tenían distintas lenguas y distintas religiones por un acto de voluntad, sin perder su lengua, sin perder su fe, convivieran en un país al que llamaron Suiza. Y otra cosa que le encantaba era que los suizos si le preguntaban no sabían el nombre de su presidente, cosa que le parecía genial, acostumbrado a las costumbres de los países latinoamericanos.

El pacifismo de los poetas expresionistas lo lleva a unirse a ellos ante el rechazo y el horror por la muerte, y como la mayoría de los jóvenes de grupos expresionistas se volcó hacia la utopía socialista encarnada en la revolución del 17 pero luego va a darse cuenta que hay campos de concentración, que todo es un horror y va a romper con toda esa corriente política.

De la lectura de los expresionistas saldrá uno de los pilares de la poética de Borges, la imaginación es total, es tan importante lo visible como los espejos de la realidad emotiva y pasional. La objetividad se subordina a la sensibilidad que rige la creación.
Más adelante Borges nos va a dar tres primeros libros, y en esos tres primeros libros, cuando el llega a Buenos Aires va a tratar de recuperar a su ciudad. Luego se dará cuenta de algo que es fundamental; él dice que compra dos diccionarios de argentinismos para poder escribir en argentino y luego advierte que él mismo no entiende las palabras que ha puesto en sus escritos y a partir de allí decide que todo ello es absurdo. El va a cambiar e incluso va a denostar esos primeros libros justamente por encontrarlos totalmente absurdos. Sin embargo esos libros son leídos en la facultad y están en las bibliotecas. Son libros importantes para entender la evolución del pensamiento de Borges.

Finalmente Borges se pregunta, ¿qué zanja insuperable hay entre la lengua española y la nuestra, argentina? Ninguna, la diferencia tan sólo es de matices, de connotaciones; considera que esa diferencia de matiz es suficiente para unir la patria. La obligación de cada uno es dar con su voz, mientras que el deber de los escritores es aún más fuerte que para los demás.

San Pablo definió la fe como sustancia de las cosas que se esperan, demostración de las cosas no vistas; Borges dice que él traduciría eso como recuerdo que nos viene del porvenir y agrega: la esperanza es amiga nuestra y esa pequeña entonación argentina del castellano es una de las confirmaciones de la que nos habla. Toda esa suma de elementos contradictorios nos entrega a un Borges aparentemente desgarrado, entre tradición y vanguardia, universalismo, cosmopolitismo, criollismo. En resumen nos da la complejidad de los matices que constituyen la imagen de todo ser humano.