Expirado
Empresas

Luis Bameule explica la evidente y comprobada correlación entre el desarrollo de los países y la cantidad y calidad de sus empresas y  empresarios. De larga trayectoria en ese ámbito, titular de Agritur, ex presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresas, es miembro fundador del Foro Ecuménico Social. Se refirió a esos temas en su incorporación a la Academia del Plata. Publicamos su presentación.

Concepto de empresa

En los antiguos diccionarios o enciclopedias, cuando se buscaba la palabra empresa, decía muy poco, pero aludía a UNA TAREA ARDUA. Como la percibimos en la actualidad, es un fenómeno relativamente reciente que, salvo algunas excepciones, no tiene más de 150 años (un antecedente podrían ser las comunidades Franciscanas del siglo XV, los patrones o banqueros, pero no eran verdaderas empresas).  Es a fines del siglo 19 y el comienzo de la industrialización masiva, el inicio de un crecimiento económico nuevo (antes el patrimonio mayor eran las tierras…..). El crecimiento se vuelve explosivo después de la segunda guerra mundial  y no se ha detenido.  Recuerdo que cuando estudiábamos en la UCA la carrera de Administración de Empresas, Jorge Aceiro  definía a la Empresa como la producción de bienes  y servicios combinando trabajo, capital y conocimiento de forma eficiente, lo cual permite generar una ganancia o utilidad que satisfaga al inversor y asegure el crecimiento a través del tiempo. 

Esto se basaba en tres conceptos claves que son: la libertad, el riesgo, y el liderazgo. El concepto de empresa y emprendedor fue evolucionando y se pasó de la retribución del accionista a una visión más abarcadora como la del stakeholder, es decir, la necesidad de que la empresa no sólo responda al accionista sino también a los proveedores,  a los empleados, a los clientes, vecinos, estado, es decir, su influencia sobre todo lo que la rodea. Otra característica es que se fue separando el concepto del “empresario propietario” del de “empresario profesional”. El dueño del capital no tiene que ser necesariamente el que la gestiona. También surgieron muy diferentes formatos de empresas, desde la pequeña empresa de pocos empleados, a enormes corporaciones transnacionales, con una creciente participación de las tecnologías de todo tipo, la globalización de negocios y la creciente participación de los servicios frente a las producciones de bienes físicos (diferentes tipos: SRL, anónimas, públicas, cooperativas). 

En los últimos tiempos, han surgido empresas SA simplificada, B o circulares, que asumen otros compromisos que los de generar valor agregado, tales como el cuidado ambiental, la reinversión total o de la mayor parte de las utilidades, también determinados compromisos sociales hacia empleados o hacia la sociedad en general. 

Unicornios, Plataformas, empresas globales basadas en la tecnología de valores superiores a 1000 millones de dólares.

Remarco si, una tendencia que creo positiva: las empresas ya no buscan solo sustentabilidad económica, sino también social y ambiental. 

Sin duda, el mundo creció explosivamente aunque no de manera pareja. 60 años atrás, se pensaba que con 4000 millones de habitantes no alcanzarían los alimentos. 

En general, la ganancia de las empresas, se legitima siempre y cuando se dé el valor agregado de verdad, fruto de una disrupción, de un cambio tecnológico que implica un progreso en un marco de competencia interna o externa.  Pensemos en algunos emprendimientos de alto impacto recientes. Lo que sería atravesar una pandemia sin el Zoom, sin la esperanza o posibilidad de las vacunas, sin el trabajo a distancia. Nuestra generación es testigo, le ha tocado vivir, en este período de aceleración de la historia. 

Perspectiva cristiana

Nace de la escasez de los bienes, la necesidad de multiplicar los talentos recibidos y de reconocer o aceptar el don de la cocreación haciendo un recto uso de la libertad y de la posibilidad de multiplicar los bienes. En el fondo, se trata de generar riqueza a partir de la organización del trabajo y los recursos, asumiendo que el hombre debe reconocerse como hijo de Dios, hermano de los hombres, y Señor de las cosas.  

La Iglesia ha acompañado, a veces con un poco de atraso en mi opinión, el crecimiento acelerado que viene ocurriendo en estos últimos 150 años, han sido los documentos sociales de la iglesia que constituyen en su conjunto la Doctrina Social de la Iglesia, que sin establecer dogmas de fe, reflexionan e iluminan a los católicos en general, con una visión que va mucho más allá de lo estrictamente material. En este sentido, la empresa no sólo genera riqueza, sino que genera trabajo y promueve a las personas, haciendo que esas personas se desarrollen y de alguna manera también expresen sus vocaciones, que puedan florecer y dar fruto. Obviamente esto tiene el riesgo de que un empleado puede convertirse en el propio competidor, o que el negocio no funcione. Son algunos de los riesgos que se toman al emprender. El fracaso es una posibilidad.

La Doctrina Social de la Iglesia (DSI), arranca en Rerum Novarum (León XIII) con lo que se llamaba la cuestión obrera. En ese momento tenía más que ver con las mejores condiciones laborales, la actividad de los menores, las mujeres, los excesos, las duras condiciones de trabajo; pero también remarcaba, la necesidad de preservar el derecho de propiedad, porque lo que se buscaba era que cada vez hubiera más propietarios. 

El trabajo dignifica al hombre, pero eran importantes las condiciones en que se movía el mundo laboral y remarcaba la importancia de que todos accedieran a ser propietarios en el marco del destino universal de los bienes. 

Pio XI en 1931, 40 años después, en Quadragesimus Annus , también fue avanzando en la necesidad del equilibrio entre el capital y el trabajo, y Pablo VI, en 1967 en Populorum Progressio, también se expresaba en relación al derecho al bienestar que debía generar el trabajo. En esos tiempos ya el progreso avanzaba muy rápido y se habían planteado en el mundo modelos de neocolonialismo, donde unos países sometían a otros. Pablo VI llamó al desarrollo como el nuevo nombre de la paz. Lo definía como el paso de condiciones menos humanas a más humanas, admitiendo que no eran matemáticamente iguales, que había diferencias de criterio. Hay culturas diferentes, conceptos distintos sobre lo que es o implica el  bienestar de una sociedad.

Vuelvo a QA:  Por primera vez aparece el principio de subsidiariedad, que no ha tenido la misma difusión que el de solidaridad, pero en el caso de subsidiariedad es el que nos indica que un ente de orden mayor no debe ocuparse de lo que un ente de menor entidad puede hacer. El empresario cuando delega trabajo, aplica subsidiariedad, así como, por el contrario, el estado que se ocupa de hacer lo que los privados pueden hacer, no lo estaría aplicando.

Argentina

En Argentina, tenemos que tener en cuenta que hasta hace 80 o 90 años, era un país de primer nivel mundial, y generaba trabajo no sólo a su población sino que se daba el lujo de recibir inmigrantes (la mayoría europeos). Desde esos tiempos fue perdiendo peso relativo frente al resto del mundo y en particular con los países más desarrollados: la participación argentina en el comercio mundial pasó de 3% al 0,3%. 

Tengamos en cuenta que cuando nuestra generación cursaba los estudios secundarios o universitarios, el mundo,  desde el final de la segunda guerra, venía creciendo rápido. Argentina no, y en ese contexto, por primera vez en Argentina se decide crear una carrera de Administración de Empresas que no existía antes. Y esta creación surge de la inquietud de un grupo de jóvenes de la Acción Católica Argentina que deciden de común acuerdo con la Iglesia Argentina, en 1958, no sólo formar jóvenes en macro economía sino también para la Administración de Empresas. 

Esa inquietud, se concreta en 1958, como dije antes, y varios Académicos de esta Academia o cercanos a ella, tuvieron que ver con esto: Carlos Moyano Llerena, Santiago de Estrada, Cayetano Licciardo, y otros.  

Quiero destacar que el primer tesorero de la UCA fue Enrique Shaw (*) , hoy Venerable y en camino a la canonización, y lo novedoso de esa carrera de Administración, es que cursábamos materias que a primera vista no parecían tener que ver con la administración de empresas: Teología, Filosofía, y por supuesto otras que sí tenían que ver, como Relaciones Laborales, Contabilidad Superior dictada por mi padre, Comercialización, Relaciones Públicas, Dirección y Control Económico, todo esto destinado a promover y formar jóvenes que tuvieran vocación por el emprendimiento, por la gestión, y todas las responsabilidades que eso conlleva, integrando Fe con Empresa. Unos años antes, en 1952,  Enrique Shaw acompañado también por varios de estos profesores de la UCA y otros empresarios, habían fundado ACDE, con el asesoramiento doctrinal del Padre Moledo.  ACDE fue generando también un espacio para que egresados de la UCA o de otras universidades, encontraran un espacio para el debate, y una permanente actualización en la fe y el conocimiento profesional. Esto, en un contexto sumamente complicado, con reglas cambiantes, y con la preocupación de crecer en la fe, y al mismo tiempo, generar y defender no sólo libertad y riesgo para emprender, sino trabajo del bueno. En este contexto, siempre hubo una relación, en algunos momentos más cercana que otros con la dirigencia de la Iglesia. En 1988 muere el Padre Moledo y el Padre Rafael Braun toma su lugar. 

Frecuentemente los empresarios cristianos sentimos que buena parte de la sociedad no termina de comprender el rol del genuino empresario, como generador de riqueza y de trabajo. En los últimos años, encíclicas como Centesimus Annus  en 1991 y Caritas in Veritatis han reforzado estos conceptos y afirmado claramente que la economía de mercado y la economía de empresa son bajo ciertas condiciones, un camino cierto y válido para que el hombre pueda crecer como cristiano y como ciudadano. 

En este punto recomiendo especialmente, los párrafos del 32 al 42 de CA donde Juan Pablo II se aparta de una suerte de tercera posición entre socialismo y liberalismo extremo y se define la economía social de mercado. Tengamos en cuenta que esto coincidía con la caída del muro de Berlín y el fracaso del modelo económico comunista. 

Recientemente, la Iglesia ha reconocido con más claridad la noble vocación del empresario. Arranca esa vocación como un don recibido y luego profundiza en cómo debe usarse ese don, no mirando para otro lado, sino ejerciéndolo con todo lo que implica. 

En CA, hay una referencia muy concreta a la necesidad de condiciones favorables para la inversión y la generación de nuevas empresas. Debemos reconocer que, en el caso argentino, desde hace 80/90 años, no se han dado por lo general esas condiciones necesarias. 

Siempre se ha hablado acerca de la enorme riqueza de este país. Pocos disponen de tanta dotación de recursos. Sin embargo, la performance argentina como dije antes, ha sido muy pobre.  Considero que esto ha sido, en buena medida, porque no hubieron condiciones favorables para la inversión de largo plazo: inseguridad, física y jurídica; imprevisibilidad en las reglas; creciente intervencionismo del estado y burocracia excesiva, corrupción; pobre educación; legislación laboral obsoleta, altísima presión impositiva; aislamiento del mundo.  Evidentemente con los recursos solamente no alcanza. Argentina ha fallado es sus Instituciones (justicia, seguridad, educación, moneda etc.), que hacen no atractiva la inversión de largo plazo. En este sentido, sin duda hay responsables en mayor o menor medida y básicamente esto tiene que ver con la política y demás dirigencias. Voy a mencionar acá también el libro de Lagos y Llach - El País de las Desmesuras - y voy a mencionar algunas que, sin dudas,  ahuyentaron la inversión genuina, local o extranjera. En este sentido tengo que remarcar también la responsabilidad de las dirigencias empresarias en todo esto, que en general han preferido “adaptarse, arreglar, negociar”, buscando la solución de corto por sobre los consenso de largo y el argumento de que “es lo que hay”.  Un ejemplo concreto ha sido y son los negocios en los que interviene el estado (obra pública, energía, concesiones), las muy frecuentes irregularidades así como las intervenciones que tienen que ver con los precios, con el comercio exterior, las aduanas, la fijación de impuestos distorsivos, etc. Todo esto, genera desconfianza, menos inversión y menos empresas competentes y competitivas. Todo esto no es de ahora, tiene muchos años, y pareciera que no aprendemos de los errores. Como una muestra de esto quiero ir al año 1987 cuando vino el Papa Juan Pablo II a la Argentina y trató de “levantar el ánimo” de un empresariado deprimido que no invertía y fugaba capitales.

Recuerdo que Roberto Aleman decía que, de todos los factores productivos, el más cobarde es el capital. Se va antes que ninguno. Pero en Argentina a la fuga de capitales, se sumó la fuga de talentos lo cual es una muestra más de la falta de confianza, más aun en un país con gran disponibilidad de recursos.

Una conclusión

La cantidad y calidad de las empresas son un clarísimo y básico factor de desarrollo, pero es imprescindible crecer con un mínimo de condiciones favorables para su florecimiento. 

El desafío de un empresario de verdad es muy grande: Enrique Shaw fue un empresario modelo, también padre de familia y modelo de dirigente cristiano. Puede ser un faro para todos nosotros. Especialmente en un país como la Argentina donde emprender y gestionar es tan difícil. 

Una reflexión final y un complemento para ir terminando. Los empresarios y más aún los cristianos, debemos cultivar, a pesar de todo, la virtud de la esperanza (ACDE ahora mismo está teniendo una reunión sobre este tema). Hay países que han logrado cambiar: Irlanda del Sur, Portugal hace pocos años, con esfuerzo, pero lo lograron. Debemos partir de la verdad, hablar con franqueza y llegar a acuerdos o consensos mínimos. Otros lo lograron. Roguemos para que surjan nuevos y mejores liderazgos.

Y ahora sí, remato leyendo un artículo que publiqué en La Nación en noviembre de 2012.

Los empresarios no podemos mirar para otro lado

Nosotros los empresarios no podemos seguir callados y pasivos o mirando para otro lado, mientras la Argentina sigue rumbos peligrosos y pierde oportunidades día tras día.

¿Qué esperamos para actuar? ¿Más inflación? ¿Más infraestructura destruida, más confiscaciones? ¿Más inseguridad física y jurídica? ¿Más presión impositiva, ya agobiante? ¿Más intervención de funcionarios en nuestros negocios fijando precios, cupos de exportación o importación? ¿Más restricción cambiaria? ¿Más pérdida de competitividad frente a la proliferación de conflictos, aprietes y fomento oficial de un consumismo no sustentable?

Hasta ahora, salvo excepciones, el silencio o las medias palabras han sido lo corriente. La autocensura es uno de los primeros escalones hacia el totalitarismo. Nace del temor a la represalia, pero también del intento de negociar mano a mano para obtener un trato preferencial por parte del Gobierno.

Los empresarios sabemos lo que está sucediendo en nuestro país y las pruebas más evidentes son las bajas tasas de inversión genuina de largo plazo, la fuga de capitales, el intento de bajar el perfil y, si es posible, evitar expresarse públicamente. Una excepción en este sentido es el sector agropecuario y algún empresario industrial corajudo. Todo esto sucede en un país con enormes recursos que podría estar aprovechando al máximo el viento a favor de los últimos años para generar trabajo, bienestar y progreso genuino.

El retraso argentino frente al mundo viene de lejos, de alrededor de 80 años atrás, y si bien en algunos los datos de largo plazo son muy pobres, registraron buenas tasas de crecimiento, la fragilidad de nuestra economía y de nuestras instituciones se hace cada día más evidente. La facilidad en las comunicaciones lo hace visible. Hoy deberíamos ser líderes en producción de energía y agro alimentos, minería y turismo, pero no es así. Además, se nos ignora o desprecia por nuestros recurrentes defaults y variados conflictos con distintos países y organismos internacionales.

Vemos con preocupación la caída en el nivel educativo y la "fuga de cerebros", primero para estudiar y luego para trabajar en el exterior. Muchos tratan de volver, pero no encuentran cómo reinsertarse en una sociedad crispada y confundida, que no prioriza el mérito, la capacidad y los valores morales sino el "sálvese quien pueda".

Últimamente ni siquiera sabemos los verdaderos resultados ni el valor de las empresas porque la moneda está debilitada por la inflación, los múltiples tipos de cambio, la imposibilidad de amortizar correctamente los bienes de uso, etc.

Estamos privilegiando la rentabilidad de corto plazo frente a la caída de valor de las empresas y el deterioro del contexto general. Nuestro mercado de capitales casi no existe; la Justicia ha perdido credibilidad y el Congreso ha resignado a favor del Ejecutivo facultades que le son propias.

¿Qué hacer? Ante todo, reconocer la realidad, no mentir ni mentirnos.

Nuestras instituciones representativas deben hacer una profunda introspección y asumir posiciones concretas y constructivas aun a riesgo de sufrir represalias. La actual agonía es peor que permanecer callados.

Los empresarios necesitamos y debemos demandar y ejercer la imprescindible libertad de expresarnos, decidir qué vender, a qué mercados y a qué precios, aceptando la competencia interna y externa, y prescindiendo de subsidios o dádivas particulares. Así crecerá la inversión genuina y se crearán puestos de trabajo verdaderamente productivos. Pero también se necesita un marco que sí debe proveer el Estado: moneda sana, una Justicia rápida y confiable, y un Congreso que discuta, legisle y controle la marcha de los negocios públicos.

Si empezamos a recorrer este camino seguramente nuestros hijos podrían encontrar más y mejores oportunidades de volcar su esfuerzo y conocimiento en el país; volverá la inversión genuina y las obras de largo plazo que generen trabajo digno y bienestar para todos.

En tiempos de tanta confusión, los empresarios tenemos una responsabilidad social como dirigentes: encender las luces altas y ampliar el horizonte, aprendiendo de lo que las dirigencias de otros países, muchos con menos recursos que la Argentina, hicieron por su progreso. Es un gran desafío. Se trata de cambiar más que una política.

Luis Miguel Bameule. 22 de julio de 2021. Discurso de incorporación a la Academia del Plata.
Ilustración: Xul Solar, gentileza del Museo Xul Solar.