Expirado
Cátedras Antiguas

En la segunda sesión expusieron Juan José Almagro, Director General de Comunicación y Responsabilidad Social del Grupo Mapfre, profesor honorífico de la Universidad Complutense de Madrid y profesor-coordinador titular del Máster de Responsabilidad Social de la Universidad de Alcalá de Henares, Enrique Cristofani, presidente del Banco Santander Río, Jorge J. Vega Iracelay, Director de Asuntos Legales y Corporativos y de RSE de Microsoft Cono Sur, y Diego Videla, director de Asuntos Institucionales del Banco Galicia. Se presentó el Programa de Promoción de la Ética y la Responsabilidad Social para Estudiantes de Colegios Secundarios (FCE - UBA). También habló Claudio Epelman, director del Congreso Judío Latinoamericano.


Quien tiene el poder tiene la responsabilidad

La empresa tiene hoy un poder desconocido hasta este momento, y quien tiene ese poder tiene la responsabilidad de hacer cosas por el conjunto de la humanidad, opinó Juan José Almagro, en la segunda sesión de la Cátedra Abierta de Responsabilidad Social y Ciudadana 2009, que organizó el Foro Ecuménico Social el 8 de junio en el Salón de Actos de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

Almagro es Director General de Comunicación y Responsabilidad Social del Grupo Mapfre, profesor honorífico de la Universidad Complutense de Madrid y profesor-coordinador titular del Máster de Responsabilidad Social de la Universidad de Alcalá de Henares, expuso en esa reunión.

También expuso Jorge Vega Iracelay, director de Asuntos Legales y Corporativos y de RSE de Microsoft Cono Sur, quien señaló que hay una relación funcional del uso intensivo de las tecnologías de información y de la comunicación con un mayor desarrollo económico con oportunidad social.

Otras ponencias estuvieron a cargo de Enrique Cristofani, presidente del Banco Santander Río, Diego Videla, director de Asuntos Institucionales del Banco Galicia, Estela Cammarota, profesora de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. En la apertura hablaron Alberto Barbieri, decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, y Claudio Epelman, director del Congreso Judío Latinoamericano.

Estas fueron las palabras de Almagro:

George Orwell, al que todos conocen por su famosa "Rebelión en la Granja" o su novela "1984", escribió "En tiempos de mentira universal decir la verdad es un acto revolucionario". Me parece absolutamente definitiva en los tiempos que corren. Y probablemente no solo sea revolucionario. Me parece que el Foro Ecuménico Social lo plantea desde su propia coherencia, desde la necesidad de decir cosas y actuar de acuerdo con lo que uno dice.
Probablemente George Orwell cuando escribió esa frase estaba pensando en que los seres humanos, las empresas también porque al fin y al cabo son un trasunto de las personas, somos muy dados a las apariencias. Nos gusta mucho presumir; desde que Platón en La República cuenta el mito de la caverna está hablando de apariencias. En los tiempos actuales siempre se habla de apariencias. Cuando nos ponemos a meditar sobre estos temas tan importantes, en el fondo las empresas muchas veces también presumimos de cosas que hacemos realmente o no estamos haciendo; porque nos gusta destacar asuntos sobre los que de modo alguno estamos actuando.
La persona es como es, la empresa es también como es, y probablemente cuando Orwell escribe esto no olvida la tremenda utilidad práctica de la verdad. Muchos lo olvidamos.
Hablar de Responsabilidad Social es hablar de futuro y de presente.
Siempre digo que no voy a pedir perdón por trabajar en una empresa. Tengo la fortuna de trabajar en una empresa que me ha dado la oportunidad de hacerme mejor persona, de aprender mucho más. Las empresas son organizaciones tan jóvenes, que no tienen más allá de un siglo y pico de existencia, que gracias a su particular desarrollo han hecho posible un progreso social y económico como no había precedentes seguramente en la vida social y económica de los seres humanos.
Por eso cuando hablamos desde el mundo de las empresas, estamos hablando fundamentalmente de temas que nos importan a todos. El rol que hoy juega la empresa es absolutamente distinto del que podía jugar hace 20, 30 o 50 años.
Claro que no me gusta la empresa que vemos en ese precioso chiste de Quino, en el cual un señor se hace una foto de su ombligo, con la que su amigo pintor le hace un cuadro de 2,5 por 2,5 al óleo y lo cuelga exactamente en la mesa donde se reúne el directorio. Ya sabemos lo que ocurre cuando uno se mira el ombligo: la empresa tiene la posibilidad de estropearse y de irse por otro lugar.
Frente a la cultura del trabajo, la cultura del esfuerzo o la cultura de la decencia, que son culturas que en algún momento se arraigaron a nuestras sociedades, hemos dado lugar en estos tiempos a la cultura de la mendicidad, de la subvención, a la cultura del facilismo como dice Marcos Aguinis, o a la cultura de la corrupción. Desafortunadamente eso ha ocurrido así porque los seres humanos hacemos las cosas como no deberíamos hacerlas.

Es extraordinariamente importante que en las empresas tengamos en claro que lo primero que tenemos que hacer es cumplir con nuestra tarea y nuestra misión. Nuestra misión, si hablamos de una universidad, es conseguir los mejores egresados, los que estén mejor preparados. Si estamos hablando de hacer zapatos, vender los zapatos al mejor precio posible y con una calidad excelente. O si se trata de una empresa de seguros vender productos aseguradores, financieros o servicios también al mejor precio posible y prestándolos en el menor tiempo posible.
Pero además de cumplir con nuestra misión tenemos que ser capaces de generar resultados, dar trabajo, ser eficientes, ser innovadores y ser competitivos. En ese orden. Es decir, si la empresa no genera resultados ninguna de las otras circunstancias se da, no puede crear empleo, no puede ser eficiente ni hacer las cosas mejor que la competencia y no es innovadora tampoco. No se trata de inventar cada día un producto. Ser innovador significa preguntarse cada día qué puedo hacer yo para mejorar tanto en mi vida personal como en mi vida como profesional que trabaja en una empresa.
Junto a ese cumplimiento de la misión, la sociedad, la opinión pública, el mundo le pide a las empresas y a las organizaciones que sean capaces en estos momentos de asumir un compromiso solidario con la sociedad y con el entorno. El compromiso no es más que prometerse con, es decir hacer lo posible para seguir una vía junto con otras personas que están de acuerdo en que ese es el camino que queremos seguir. El compromiso supone asumir directamente la posibilidad de un futuro, hacer con otras personas las cosas que todos queremos hacer en pos del bien común.
Según Forbes en las 100 mayores economías del mundo prácticamente la mitad son empresas. Hoy el hombre más poderoso del mundo, el hombre más rico del mundo, y seguramente nos debería dar vergüenza decirlo, tiene más fortuna que un 20 por ciento de la población mundial. El 20 % de los desfavorecidos tienen menos ingresos que el hombre más rico del mundo (según Forbes). Jamás se había dado esto en la historia de la humanidad.
Quien tiene el poder tiene la responsabilidad. La empresa, las organizaciones, las instituciones, tienen hoy un poder desconocido hasta este momento. Y quien tiene ese poder, tiene la responsabilidad de hacer cosas por el conjunto de la humanidad, de forma tal que no solo cumpla con su deber, y dé resultados y cree empleo, sea innovadora, sino que de verdad asuma ese compromiso que tiene con el conjunto de la sociedad.
Eso es la base de este movimiento de la Responsabilidad Social del que tanto hablamos.
Naciones Unidas en 1999 lanzó la idea del pacto mundial, un compromiso que empresas e instituciones suscriben para hacer posible que se cumplan esos 10 principios del pacto. Principios que tienen que ver con la protección de los derechos humanos, del medio ambiente, con el cumplimiento de determinados estándares laborales, y por último la lucha contra la corrupción. En este momento también están pensando en abrir un décimo primer principio que tendría que ver con la cooperación al desarrollo.
Argentina por ejemplo ha presentado un proyecto de ley en su órgano legislativo para tratar definitivamente que se erradiquen los trabajos efectuados por personas menores, por niños. Y de una u otra forma acabar para siempre con el trabajo infantil, que es uno de esos 10 principios que señala el pacto.
La importancia de la empresa tiene que ver con otra reflexión, una ley biológica: los organismos son más vulnerables a medida que se hacen más complejos. Y como se hacen más complejos son más difíciles de dominar cuando no sólo tienen que cumplir determinadas obligaciones, sino también desde afuera se les está pidiendo que se comporten de una determinada forma.
Esa complejidad hace que tengamos la necesidad de aprender a gestionar la empresa. Las empresas se han venido gestionando desde hace mucho tiempo mal que bien pero nunca con estos requerimientos. Hoy le piden cosas que hasta ahora no se le pedían. Esto supone aprender  a gestionar la empresa de nuevo, con base en valores y principios que crean valor para la propia empresa, para las personas que trabajan en esa empresa y para esos grupos de interés que colaboran con la propia empresa. Desde esta perspectiva de la Responsabilidad Social, me parece extraordinariamente importante.

Métodos para salir de la crisis

Con vemos en otro chiste, ya no basta con hacerse rico, o con hacerse aún más rico, o con salir corriendo, no se trata de eso. Dada la virulencia que tuvo este movimiento de la crisis, deberíamos ser capaces de reflexionar. Un sociólogo norteamericano habló del capital impaciente. A mi me gusta decir que cuando el capital se volvió impaciente, los directivos nos volvimos indecentes. Probablemente buena parte de lo ocurrido tiene que ver con la confusión de estos dos conceptos: capital impaciente y directivos indecentes.
En un momento determinado, cuando en los años 80 cambiamos resultados a medio y a largo plazo por resultados a corto plazo, el capital se vuelve impaciente y naturalmente las personas que tienen que velar por la rentabilidad de ese capital empiezan a hacer cosas muy raras. No los quiero marear con lo que sucedió con la cantidad de empresas que han quebrado dejando en la calle a centenares de miles de personas, mientras sus altos directivos se embolsaban ingentes cantidades de dólares, que en cualquier caso se los iban a embolsar siendo buenos los resultados o siendo malos.
Cuando el capital se vuelve impaciente el directivo se vuelve indecente, porque somos seres humanos.
También quiero mencionar una tesis de Schumpeter, economista austríaco que fue ministro de Economía en el año 48 del siglo pasado. Era un hombre de empresa que lanzó la teoría del directivo emprendedor, del hombre empresario, innovador. Y al final Schumpeter hablaba de la destrucción creativa.
Si el mundo es una sucesión de crisis, llegado un momento tenemos dos posibilidades: seguir la rueda de la inercia haciendo lo mismo que estábamos haciendo hasta ahora, con lo cual avanzaremos poco, o a través de este mecanismo de la destrucción creadora darnos cuenta que ha llegado el momento de crear. Unas bases que están claramente obsoletas, oxidadas, ya no sirven para lo que queremos hacer. Hay que aprender a gestionar la empresa de nuevo, y eso supone que a partir de la destrucción creativa nosotros seamos capaces de innovar, preguntándonos cada día qué podemos hacer, acercándonos a la gente que depende de nosotros, ofreciéndoles nuevas oportunidades, contemplando aquello demandado para servirlos.
Aquí entra el papel tremendo de las universidades y de las escuelas de negocios formando a las mejores personas con base en esos principios y en esos valores de los que hablamos. Será la única manera en la que podremos salir de esta crisis, gracias a la innovación, a la formación, pensando en lo que necesitan aquellos que dependen de nosotros, promoviendo la capacitación de aquellas personas que de alguna u otra forma tienen que tirar del carro y hacer posible que la empresa, la organización o la institución salga de esta crisis en mejores condiciones que sus competidores. Estamos en ese momento tan trascendente de la destrucción creativa. Necesitamos innovar y formar, aprender a gestionar las cosas de otra manera, de forma tal que nos permitan seguir viviendo a partir de un nuevo modelo en donde la corrupción o el amiguismo, o lo que queráis, no tengan lugar en la forma de contemplar nuestra vida empresarial.
A partir de ahí propongo siempre un modelo integral de Responsabilidad Social. No hay modelos universales cuando estamos hablando de intangibles. Hay principios que nosotros debemos aplicar a cada caso concreto, a cada empresa, a cada organización. Y a partir de esos principios, que sí pueden ser universales, trazar un modelo que nos sirva para el conjunto de las organizaciones, un modelo que sea equilibrador, y que suponga ese compromiso de hacer las cosas con otros.
A partir de ahí determinar cuales son los principios en los cuales yo me voy a mover, y trasladarlos a mi organización no de arriba a abajo, sino de abajo hacia arriba y de forma transversal. No estamos hablando de una imposición desde la alta dirección, sino de un compromiso voluntario que asume la organización en su conjunto. Al asumirlo la organización en su conjunto hace posible que triunfe este nuevo sistema, nuevo método de gestionar la empresa.
Una vez establecido ese principio tengo que ser capaz de señalar cuál es el mapa de mis grupos de interés, los stakeholders. Hasta hace 30 años la empresa era capital y trabajo. Ahora no es solo eso, son grupos de interés que hacen que la empresa funcione adecuadamente bien.
A partir de un núcleo central en donde está fundamentalmente la empresa establezco un primer círculo y me relaciono con aquellos grupos de interés que tienen un interés directo, inmediato, en las decisiones que toman las empresas. Normalmente están vinculados por alguna razón contractual con la propia empresa. Estoy hablando de los empleados, los proveedores, los accionistas, los colaboradores, los clientes.
Hay un segundo grupo al que también le importa las cosas que haga la empresa, desde la opinión pública, los medios de comunicación, pasando por instituciones y administraciones públicas como la propia competencia.
Tengo que ser capaz de crear mi propio mapa de grupos de interés para que esos grupos se sientan involucrados en el devenir y en el desarrollo de la propia empresa. Así puedo establecer un modelo de Responsabilidad Social, que es a lo que me refería antes cuando lo definía como integral.
En primer lugar, estamos hablando de buen gobierno, de responsabilidad social, y de acción social. Es decir, sin buen gobierno no podemos hablar de responsabilidad social. Si uno no cumple la ley no puede hablar de que está haciendo políticas de responsabilidad social. Lo primero que tengo que hacer es cumplir la ley, es obligatorio para todo el mundo. Al mismo tiempo debo tener un comportamiento ético y ser transparente en mi gestión. Eso conforma el buen gobierno de la empresa.
Cuando hablamos de Responsabilidad Social  hablamos del compromiso equitativo con todos los grupos de interés. La equidad es un paso más de la justicia, es la relación con los grupos de interés dándole a cada uno lo que cada uno de ellos necesita, más allá de lo que diga la ley, y evidentemente cumpliendo la ley.
Hay un tercer núcleo que integra este modelo de Responsabilidad Social: es la acción social, la cooperación al desarrollo, adonde incluyo destinar recursos a la gente que más lo necesita, los más desfavorecidos y también el voluntariado.
Sin buen gobierno y sin Responsabilidad Social no se puede hablar de un organismo o de una institución socialmente responsable. La acción social dependerá de las posibilidades que tenga cada una de esas organizaciones.
Así como no puedo sustraerme a la necesidad de cumplir la ley en cada momento, tampoco puedo sustraerme de la Responsabilidad Social que hoy es exigible. Todas las grandes empresas del mundo hacen memorias de Responsabilidad Social que reparten a miles de personas y en las que se comprometen a hacer las cosas de una determinada forma. Desde el momento en que me comprometo por escrito a hacer cosas, la opinión pública, los grupos de interés, pueden exigirme que cumpla aquello que me estoy comprometiendo a hacer. A las grandes empresas, precisamente por ese rol diferente que juegan, les es exigible que tengan un modelo de Responsabilidad Social, pero es más que aconsejable que participen de una u otra forma, que se comprometan social y solidariamente con la sociedad a través de la acción social, de la cooperación para el desarrollo o del voluntariado.

Cuando hice mi tesis doctoral sobre Responsabilidad Social descubrí que hablamos en pleno siglo 21 de este tema pero hace más de 2000 años estaba con otro nombre. En el año 44 AC Cicerón un poco antes que lo asesinaran escribió un libro que se llama "Sobre los deberes", que le dedicó a su hijo Marco, en el que le hacía partícipe de sus profundas convicciones. Allí decía que junto a la práctica de las cuatro virtudes cardinales, la prudencia, la fortaleza, la justicia y la templanza, deberíamos ser capaces de practicar la honestidad como una forma racional de vida. La honestidad, y la solidaridad, algo que antes de Cicerón ya había dicho Aristóteles: si somos personas que vivimos en comunidad, practicar la solidaridad debe ser uno de vuestros principios. Después, la participación activa en la vida de la polis, en la vida de la ciudad, con aquellos que se relacionan con nosotros. Es decir, venimos desde hace 2100 años hablando de algo que tiene que ver con lo que ahora en pleno siglo 21 nos hemos dado cuenta: que para preservar este mundo deberíamos ser capaces de practicar ser honestos, ser solidarios, ayudar a los demás.
Esta fórmula, en la que creo profundamente, es la que nos va a dar la posibilidad de crear en el futuro empresas ciudadanas, organizaciones ciudadanas, universidades ciudadanas. Estamos hablando de empresas que además de cumplir con sus deberes, son capaces de practicar la solidaridad y de comprometerse social y humanamente con el futuro del conjunto de las personas a las que se dirigen.

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