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Reflexiones Cátedras

Un ejemplo de convivencia entre musulmanes, cristianos y judíos

La experiencia andaluza de los siglos 8, 9 y 10 muestra una convivencia pacífica entre hombres de distintas culturas y religiones, como explicó Ricardo Córdoba de la Llave (Universidad de Córdoba) en la Cátedra del Foro. La siguiente es su ponencia. 

Yo vengo del campo de la historia y mi intervención se va a centrar en el análisis y en el comentario de una determinada situación histórica que se vivió en España de la Edad Media, aunque esa situación pueda tener las proyecciones o la concordancia con la situación del mundo actual que ustedes quieran pensar en particular. En ese sentido es una situación que como todos ustedes saben obedece a la conquista musulmana de la Península Ibérica que se produjo a principios del siglo 8 (a partir del año 711) y que dio lugar a la aparición de una sociedad multicultural o intercultural, por emplear un término moderno, no se si apropiado a la época pero en todo caso que hoy día utilizamos normalmente.

La sociedad medieval española, por lo menos de esos primeros siglos, no es algo excepcional en el marco de un mundo mediterráneo, ni en el marco de esos siglos a los que me estoy refiriendo. Por el contrario es una situación que obedece a un proceso político que se origina a partir de las conquistas que los árabes inician en el siglo 7 y que les lleva a extender el dominio político en primer término, y más tarde el dominio cultural de la civilización musulmana por todo el sur del mundo mediterráneo, por todo el próximo Oriente. Esto sucede a partir del nacimiento del Islam y del Estado islámico, que en parte es una misma cosa, pero en parte son dos fenómenos diferentes, ambos debidos sin duda a la obra del profeta, de Mahoma, pero que tienen una connotación distinta.

En esa época de la primera mitad del siglo7 decir árabe y musulmán es lo mismo, puesto que el Islam aun no ha salido de los límites geográficos de la Península Arábiga, y comienza un proceso de conquistas territoriales y de expansión política que va a dar lugar a lo que realmente es el nacimiento del mundo islámico.

Fue un proceso extraordinario desde el punto de vista político en primer término y más tarde desde el punto de vista de la civilización. Es difícil encontrar un proceso parecido de expansión territorial a lo largo de la historia. Quizá lo podemos comparar con la expansión de los mongoles o con algún otro acontecimiento.

Hoy lo que llamamos el mundo árabe y el mundo islámico fundamentalmente es el resultado de esa expansión que se vive desde hace más de 1300 años. De forma que se ha construido una nueva civilización estable en el marco del mundo mediterráneo europeo y del próximo Oriente desde esa época hasta la actual.

Como ocurre siempre en esa época histórica, es una expansión política y militar. Todos los territorios que fueron siendo paulatinamente ocupados por los musulmanes comienzan a vivir en un proceso de recomposición social intercultural e interreligiosa. Lo que siempre se destaca en Al-andaluz es que había una presencia judía relativamente fuerte, una presencia cristiana evidentemente mayoritaria y la nueva presencia musulmana va a dar lugar al nacimiento de una nueva sociedad intercultural, compuesta por esas tres religiones y por esas tres culturas. 

No fue esto algo particular de la historia de España. Esa misma transformación y esa misma aparición de una sociedad intercultural se produjo en muchos territorios del Próximo Oriente en lo que actualmente es la zona de Siria, Palestina e Israel y en Egipto. Cuando hoy pensamos en el Próximo Oriente o en el norte de África, pensamos en el mundo árabe, un mundo islámico, y nos parece que desde siempre ha sido así. En la perspectiva del siglo 7 por el contrario el Próximo Oriente, o esa región que pertenecía a las provincias bizantinas, anteriormente provincias del imperio romano, tanto de Siria como de Egipto, eran territorios de profunda cultura cristiana y greco-romana.

Es absurdo que yo destaque ahora el papel de Siria, lugar del nacimiento del cristianismo o del nacimiento de muchos fenómenos relacionados con el cristianismo, y otros factores culturales relativos a esa religión o que destaque la importancia cultural que tienen las grandes ciudades de Siria y de Egipto en el marco de la tradición del mundo greco-romano. Pero siempre me permito recordar que los musulmanes conquistan ciudades como Antioquia, Jerusalén o Alejandría que eran auténticos apoyos culturales de épocas greco-romanas. Todos conocemos la famosa biblioteca de Alejandría. De alguna forma eran las grandes capitales culturales del mundo de la Baja Antigüedad o de principios de la Edad Media. En ese sentido junto con Roma, en Italia, en Occidente o junto con Constantinopla o el actual Estambul esas eran las tres grandes capitales, eran las sedes de los patriarcados en ese momento.

Esa situación de interculturalidad que se crea en la península no solo es propia de la España medieval o de la España de esos siglos centrales de la Edad Media sino que tiene su correspondiente paralelismo en otras regiones del mundo Islámico.

La situación que se crea a partir de la llegada de los musulmanes en “al Andaluz” en el caso concreto de la Península Ibérica es diversa desde el punto de vista cultural, y va a dar lugar a la aparición de relaciones particulares entre las comunidades judías y cristianas -por una parte- y la comunidad musulmana -por otra- en la España del siglo 7 y del siglo 9 en adelante. No debo utilizar el término de minoría porque evidentemente durante el siglo 7 y hasta bien avanzada la historia de Al-Andaluz de la España medieval, si tenemos que hablar en términos de minorías y mayorías, las minorías son las judías y a continuación la musulmana. La mayoría de la población durante el siglo 8 y 9 continua siendo cristiana y este es un proceso histórico que va a cambiar, pero lo va a hacer a lo largo de varios siglos.

De forma que habría que referirse más bien a la convivencia entre los miembros de esas tres religiones o de esas tres culturas en Al-Andaluz, que es una situación nueva en la península no tanto por lo que tiene de intercultural sino por lo que tiene en particular de aparición de una convivencia cultural bajo dominio político de una determinada cultura o miembros de una determinada religión, que en este caso va a ser la musulmana.

En la Península Ibérica existía esa situación de interculturalidad o esa convivencia social entre miembros de distintas religiones y de distintas tradiciones culturales con anterioridad a la llegada de los musulmanes. Lo que es nuevo es la aparición de esa sociedad bajo dominio político de los gobernantes islámicos.

La enseñanza de Mahoma y en definitiva la doctrina musulmana tiene un reconocimiento hacia el papel jugado por la Biblia y hacia la propia enseñanza de la Biblia como libro sagrado, tiene un reconocimiento hacia la labor de profetas, y del propio Jesucristo. Por lo tanto tienen una consideración desde los mismos comienzos de la religión musulmana hacia los que tienen una creencia basada en la Biblia y es tan especial que les hace objeto de un tratamiento especial en el marco social. Es decir que los gobernantes musulmanes conceden siempre un trato particular a los miembros de esas religiones, tanto de la hebrea como de la cristiana, que gozan de privilegio en el marco del mundo musulmán medieval.

Ese respeto particular por las confesiones religiosas relacionadas con la Biblia hace que tanto los cristianos como los judíos hayan podido seguir manteniendo su religión bajo el dominio islámico en los diferentes Estados, no solo en Al-Andaluz, sino también en Siria o en Egipto. Hubo una importantísima comunidad cristiana en Al-andaluz durante esos siglos, particularmente en el siglo 8, 9 y 10. Hasta por lo menos 200 o 250 años después de que los musulmanes conquistan y gobiernan políticamente a Al-andaluz la mayor parte de la población sigue siendo cristiana, sigue siendo mozárabe, según el término con el que se refiere en la España medieval a aquellos cristianos que viven bajo el dominio político andaluz.

La comunidad mozárabe fue mucho más numerosa al principio, y poco a poco menos importante, en un proceso que se debe tanto a las emigraciones que esa comunidad va protagonizando hacia los Estados cristianos del norte de la península como al propio proceso de conversión al Islam. También hubo una importante comunidad judía en la península. Durante esos primeros siglos de la presencia andaluz en la península, esa convivencia fue particularmente importante, entre otras razones debido al número de personas no musulmanas en Al-andaluz. Es un fenómeno que no solo tiene que ver con el hecho de que la sociedad esté compuesta por tres grandes culturas o miembros de tres grandes culturas o religiones, sino que tiene que ver con la importancia del número de los cristianos, y también de los judíos.

Esa importante número de cristianos y de judíos en la sociedad de Al-Andaluz y la costumbre de tener esos pactos, esas relaciones especiales con los miembros de esas comunidades por parte de los gobernantes islámicos, determina que en durante los primeros siglos de historia andaluza, en particular el siglo 8, 9 y 10, la convivencia o la unión de esas distintas comunidades en la sociedad se produjera en términos que desde una perspectiva histórica resultan tremendamente aceptables. No existen persecuciones y se superan incluso algunas situaciones de conflictividad que habían aparecido en la España visigoda. Los judíos habían atravesado por alguna época muy difícil en relación con los gobernantes visigodos de la península.

Incluso algunos de los fenómenos de conflicto que aparecen en este momento no se puede decir que obedezcan a la existencia de un enfrentamiento abierto o una mala relación entre los miembros de esas comunidades sino más bien a elementos puntuales.

Con eso me refiero en concreto al tema del martirio voluntario, de la resistencia de los mozárabes a los gobernantes musulmanes, que afectó a gente de la comunidad cristiana en el siglo 9, en la época de Al-Rahmán II, que envolvió a los gobernantes musulmanes y a miembros de la comunidad cristiana especialmente en el territorio de Córdoba, pero que se debió sobre todo a una resistencia activa por parte de los mozárabes. El martirio voluntario no se debe tanto a la represión que los gobernantes islámicos hicieran de la religión cristiana, que no la hubo realmente en ningún momento, sino que se refiere más bien a la lucha que determinados elementos de la comunidad cristiana, particularmente los clérigos, los monjes, llevaron a cabo tratando de mantener su propia identidad.

Por mucho que queramos decir que hay una convivencia intercultural y la hay sin duda, es evidente que poco a poco las ventajas que tiene ser musulmán van determinando un claro proceso de conversión. Simplemente el contacto cultural con los mismos pobladores va a determinar un proceso de arabización y de islamización. Hay un progreso de la cultura o civilización islámica en la península y eso es sentido como una amenaza hacia las propias raíces, hacia los propios hábitos, por una parte de la comunidad cristiana, especialmente por las partes más “radicales”, que llevan a cabo un proceso de resistencia activo. Las leyes musulmanas prohíben blasfemar contra Mahoma y si lo hace un clérigo hay un castigo. La mayor parte de los musulmanes cordobeses del siglo 9 consideraban a esos mártires cristianos como un poco extremistas en su defensa de las manifestaciones del cristianismo.

De forma que ya cuando aparecen esos conflictos lo hacen de forma un tanto puntual, y no se deben a la existencia de una relación de enfrentamiento entre las distintas comunidades, sino que esas comunidades, por lo menos hasta el siglo 11, viven de una manera más o menos pacifica en el interior de Al-Andaluz.

Eso ha llevado a muchos historiadores a hablar de una convivencia intercultural allí, pero en los últimos años la mayor parte de los arabistas y de los andalucistas hispanos se han replanteado si el término convivencia es adecuado para hablar de esa relación. Convivencia parece implicar la aceptación de las costumbres del otro, la aceptación de la religión del otro y en definitiva la convivencia no solo armónica, no solo pacífica de esas comunidades, sino la convivencia en pie de igualdad en el marco de una sociedad de una determinada época y de un determinado territorio.

Aunque he destacado el carácter pacífico, estable, de esas relaciones, son claramente desiguales entre los musulmanes y los judíos y cristianos del Al-andaluz. Esto es así en todos los Estados medievales, y va a seguir siendo así a lo largo de toda la Edad Media. Quienes tienen el control político, el gobierno, aspiran a tener el control económico y social de ese territorio y por más que se respeten ciertos hábitos culturales o religiosos, no se permite a los miembros de esas comunidades una participación en pie de igualdad con los que tienen tienen el poder.

Los cristianos y los judíos pagan muchos más impuestos en los territorios gobernados por los musulmanes, no pueden ocupar cargos públicos, no pueden ejercer ningún tipo de actividad en el marco del Estado, en la administración civil, militar o judicial del Estado. Incluso sus propias manifestaciones religiosas están recortadas. Pueden practicar la religión cristiana o judía pero no en público. Hay una serie de prohibiciones en relación con las expresiones públicas de la fe, con la construcción de iglesias, con todos los que son los aspectos visibles de una determinada religión.

Por eso la mayoría de los historiadores más que hablar de una convivencia en la sociedad andaluza de esa primera época hablan de una coexistencia, de un cierto respeto hacia las normas, hacia las costumbres y hacia lo hábitos de las otras comunidades, por más que desde el punto de vista político, social y económico hay claramente hay una comunidad dominante, que es la que rige el poder político, y otras dos que -en palabras actuales- llamaríamos ciudadanos de segunda categoría.

A pesar de eso no cabe duda que esa convivencia o coexistencia existió, no hubo factores de persecución religiosa, de enfrentamiento desde el punto de vista religioso y social en el interior de Al-Andaluz, y que existió una situación de respeto. Y no se va a volver a producir lo mismo a partir del siglo 11 aproximadamente, cuando las circunstancias históricas de esa convivencia o de esa coexistencia entre comunidades religiosas en la Península van a cambiar radicalmente. 

A partir de los años finales del siglo 11, sobre todo del siglo 12, la situación por la que van a atravesar los judíos, los mozárabes y los cristianos en el interior de Al-Andaluz va a ser muy distinta, va a haber muchas más limitaciones de carácter político y social, va a comenzar una política clara de marginación de esas comunidades, de asentamientos en determinados “guetos”, en sectores urbanos de reconocimiento exterior en función de ropas o signos, delimitación en el ejercicio de determinadas actividades ya no solo políticas, sino también laborales, comerciales, etc.

La situación en Al-Andaluz a partir del siglo 11 se torna mucho más difícil y eso determina que haya un rápido abandono de las comunidades mozárabes que suelen ir pasando a los Estados cristianos del norte de la Península, y que haya incluso una pérdida de importancia, en términos numéricos, de las poblaciones judías andaluzas ¿A qué fue debido eso? Hay muchas explicaciones. Casi todos los historiadores hablan de la radicalización del Islam en Al-andaluz con la llegada de los gobernantes norte-africanos.

A partir de finales del siglo 11, ante las conquistas cristianas, los andaluces llaman en su auxilio a los que gobiernan en el en el Norte de Africa, que tienen un carácter religioso mucho más estricto, y que en Al-Andaluz adoptan una política religiosa y cultural mucho más severa que la que se había ejercido hasta ese momento, no solo para los judíos o para los cristianos que todavía quedaban allí sino también para las propias familias andaluzas musulmanas. Sobre todo las de tradición árabe, las de la primera época, los primeros pobladores, siempre consideraron a esos gobernantes norte-africanos como gente religiosamente más radicales que ellos mismos.

Esa radicalización de las relaciones sociales y ese menor margen de tolerancia o convivencia o de relaciones pacíficas interculturales evoluciona en ese sentido y a partir de los años centrales de la Edad Media, siglo 11 y 12, en toda Europa y en todo el mundo mediterráneo. No solo es un problema de Al-Andaluz, que es una muestra más de que esas relaciones interculturales pasan a partir de finales del siglo 11 por una época conflictiva, mucho más radical. Es así en la Siria musulmana, en la Europa cristiana y en todos los ámbitos culturales.

Entonces la pregunta que normalmente nos hacemos los historiadores es ¿por qué se produce esa situación de convivencia o de coexistencia pacífica en Al-andaluz durante el emirato y durante el califato? Lo extraordinario es que se produjera en el siglo 8, 9 y 10 esa convivencia de esos tres grupos sociales puesto que tanto en la España visigoda como en la España posterior al siglo XI hubo persecuciones. Da igual la España cristiana que la España musulmana; esto me interesa mucho destacarlo para que no se vea que la situación en Al-Andaluz es algo excepcional con respecto a territorios gobernados por cristianos o territorios gobernados por políticos de otro signo.

Hubo muchos enfrentamientos entre las comunidades cristianas y judías en la España visigoda a lo largo del siglo 6 particularmente, y también en el siglo 7, y siguieron produciéndose esas persecuciones de judíos, esos problemas entre las comunidades a partir del siglo 11 tanto en Al-andaluz como en la España cristiana y en el resto de Europa. Hay un caso muy claro, una localidad cordobesa, Lucena, que en el siglo 11 era por entero judía y en el siglo 12 hubo expulsiones, migraciones, problemas políticos, y esa población desapareció cuando los cristianos en el siglo 13 la conquistaron. No quedó un solo judío en Lucena.

¿Por qué se pudo producir en esa España del emirato y el califato una situación de convivencia? Creo que se debió a que existió una divergencia no demasiado grande entre las tradiciones culturales de los gobernantes árabes de Córdoba y las tradiciones de los cristianos y los judíos que vivieron en Al-Andaluz en ese momento.

Hablamos de los árabes que conquistan los territorios del mediterráneo oriental en el siglo 7 y en particular la aristocracia árabe. No hay que olvidar que los que gobernaron en Córdoba son el ejemplo paradigmático de la aristocracia árabe, era el clan que ya gobernaba La Meca antes de nacer Mahoma y fueron la primera dinastía de Califa y fue la familia de mayor poder de la aristocracia del mundo árabe y la de mayor protagonismo en todos esos primeros siglos. Esos árabes que salen de su península arábiga, que se expanden territorialmente por Siria, por Egipto, que entran en contacto con un mundo tremendamente rico desde el punto de vista greco-romano, heredaron, adoptaron, asumieron en gran parte las propias tradiciones culturales grecorromanas.

Es decir que los gobernantes omeyas de Al-andaluz en esa época y las propias poblaciones sobre las que gobiernan en la Península Ibérica no están tan lejos desde el punto de vista cultural como hoy día nos puede parecer cuando tenemos en cuenta solamente los aspectos religiosos o cuando tenemos en cuenta los aspectos culturales o el hecho de proceder de un territorio distinto.

En esa época la herencia, el legado cultural que los musulmanes reciben del mundo clásico, ellos lo conservan a lo largo de toda la Edad Media pero muy particularmente hasta el siglo 11 y 12. Es el mundo Islámico el auténtico depositario de la cultura greco-romana. Esas tradiciones culturales de algún modo acercan a los musulmanes y a los cristianos en esa época y eso quizá de algún modo explica -sino totalmente puede ser una de las causas- que durante esos siglos podamos hablar de convivencia cultural

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