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Reflexiones Cátedras

Las microfinanzas en la Argentina
 
Marta Bekerman, Profesora de Desarrollo Económico de la Universidad De Buenos Aires. Presidente de la Asociación Civil “Avanzar por el Desarrollo Humano. Investigadora Principal del CONICET. Esta es su ponencia: 


Cuando damos créditos a los habitantes de villas de emergencias, hay una clara relación “yo- tú” de absoluta paridad, en la que consideramos a cada persona como un ser humano con potencialidades, con capacidades y lo que nos interesa es desarrollar esas capacidades. La pobreza no es un problema esencial de falta de ingresos; si le sacáramos todos sus ingresos a Bill Gates no creo que tuviera problemas en recuperarlos rápidamente.

El economista Amartya Sen, Premio Nóbel, dice que el desarrollo esta ligado a la expansión de las capacidades de las personas porque esto es lo que les da la libertad, la posibilidad de elegir el tipo de vida que estas personas quieren hacer.
Cuando pensamos desde la ONG “Avanzar por el desarrollo humano” dar crédito a gente de villas de emergencias muchos nos planteaban sus dudas. Se trata de los sectores más bajos de la escala social, que nunca tuvieron acceso al crédito o bien lo tienen a través de usureros que les cobran el 1500 % de interés anual. Esta es una pequeña utopía que se está desarrollando, en este momento, en 6 villas de emergencia en donde estamos trabajando. Esperamos que se convierta en una realidad aún más grande, y expandirnos a otras zonas en la medida de nuestras posibilidades.

En la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA soy profesora con dedicación exclusiva, he escrito muchos trabajos, papers, artículos, libros, y me di cuenta en el año 2000 que la situación de la gente estaba cada vez peor. O sea que nosotros discutíamos mucho de teoría económica pero la gente se moría de hambre. Entonces pensamos cómo hacer algo que sirviera inmediatamente a la gente, y de ahí viene la idea de esta inicial utopía. Así algunos investigadores de la facultad empezamos en el año 2000 a reunir dinero, para ver si esto era posible. Luego conseguimos el apoyo de un banco de la zona de las villas en el àrea de Lugano, Soldati, el Bajo Flores, Ciudad Oculta, y Mataderos. Efectivamente logramos que el banco Credicoop aceptara que la gente fuera a recibir sus créditos y a pagarlos ahí. Así la gente va aprendiendo a bancarizarse.

Creo que se está demostrando que, cuando hay ganas y voluntad , las utopías son posibles. Que esta relación “yo-tú” también es posible, porque nosotros no solo damos crédito sino que apuntamos al desarrollo de capacidades. En esa línea damos un curso de costos, que es obligatorio, lo tienen que hacer todas las personas antes de recibir el crédito, ya que es un problema esencial para el manejo del negocio. También formamos muy bien a nuestros oficiales de crédito para que sepan evaluar proyectos. Son proyectos muy simples, pero trabajamos con ellos y no les damos el crédito hasta que estamos convencidos de que su proyecto funcionará bien. Es importante, insisto, el desarrollo de las capacidades. Eso es mucho más importante que la entrega de fondos . Es una diferencia esencial: darles la caña de pescar y no el pescado.

Además desarrollamos tareas de interacción social. Por ejemplo tenemos encuentros con las mujeres de las villas que se llaman “Amasando sueños”, donde vamos a amasar todas juntas y contar nuestras ilusiones, nuestras ganas de cambiar cosas. Hablamos de los problemas, de cómo podemos mejorar la institución, mientras amasamos. Es una manera de que la gente no solo venga a pagar el crédito, sino que empiecen a entender que nuestra institución está preocupada por lo que les pasa. Nuestra institución otorgó ya alrededor de 5000 créditos. Esto que empezó hace pocos años por una iniciativa que tuvimos desde la Facultad junto a estudiantes de mi cátedra, incorporó luego en su staff a prestatarias, a personas que son habitantes de los barrios, y también a los estudiantes para quienes trabajar allí es muy enriquecedor ya que le da una proyección social a lo que están estudiando.

Mas del 50 % de la población a la que nosotros llegamos estaba bajo la línea de la pobreza y también por debajo de la línea de indigencia. Esto va cambiando. Los préstamos para la gente muy pobre son más complicados, ya que necesitan mucho más apoyo para el desarrollo de su emprendimiento.
Tenemos un fuerte peso de las mujeres; el 72% de nuestras prestatarias son mujeres. Encontramos en ellas una actitud más abierta para cumplir con los requisitos que nosotros les planteamos. En la medida en que a las mujeres les va bien en algunos casos se fueron incorporando después los hombre, y después viene ellos a pedir. Además se dan cambios en las relaciones sociales. Una mujer dijo que el marido la estaba tratando mejor porque traía dinero a la casa. Hacemos encuestas de impacto y en todos los casos encontramos una mejora muy fuerte en los ingresos del emprendimiento, lo cual les permite aumentar los gastos del hogar.
Apuntamos también a lo que llamamos empoderamiento de las mujeres, cómo aprenden a tomar decisiones y aumentar su autoestima. En general van adquiriendo una visión más optimista del futuro.

Nuestros prestatarios tienen una muy baja experiencia crediticia, o la tienen únicamente con el usurero de la zona. Su inserción en el mercado es, generalmente, muy precaria, venden a través de las ferias informales, en su propia vivienda o en forma ambulante.
Hemos armado grupos de capacitación por actividades. Hay que potenciar estas microempresas con capacitación pero combinada con más demanda, y así aumentar sus niveles de productividad.
Los países asiáticos de industrialización reciente recurrieron mucho más al aumento de la productividad y por eso gastaron tanto en educación, desarrollando sectores intensivos en trabajo calificado que permitieran emplear a más personas y elevar su nivel de vida.

Los microcréditos en la Argentina se han desarrollado muy poco por distintas razones. Una es que hasta principios de los 90 era un país bastante distinto del resto de América Latina, teníamos un mercado de trabajo asalariado bastante estructurado, no existía un gran problema en relación al desempleo. La microempresa surge en la Argentina como en otros países de América Latina como una respuesta a la falta de trabajo formal, y cada vez se desarrolla más porque a partir de las nuevas tecnologías los trabajos que tienen más demanda son los más calificados. A la gente que quedó pobre, a los pobres estructurales, a esas generaciones que no tuvieron acceso a la educación, les va a resultar muy difícil incorporarse al mercado de trabajo con empleos de calidad. Por eso hay que hacer una política económica que tome en cuenta la situación de los distintos sectores tomando en cuenta los problemas derivados de la pobreza. Tiene que jugar en esto el desarrollo local, ver las necesidades de cada grupo humano y ver cómo se las enfrenta.

En ese sentido el microcrédito es importante, pero aún se desarrolló poco en la Argentina. En un estudio que hicimos encontramos que habría un potencial de un millón trescientas mil personas que necesitarían el acceso al crédito. Con las instituciones existentes y con dos programas públicos no se debe cubrir más de 50 mil, de manera que estamos en un 3% o 4% de penetración, de respuesta a las necesidades de la demanda de microcréditos. Esto nos demuestra que hay un tremendo potencial de expansión.

Hay que exigir a las instituciones de microcrédito eficiencia y transparencia pero sería menos exigente con el tema de la sustentabilidad, para impedir que las tasas de interés sean muy altas. Tenemos que apuntar a la sutentabilidad del microempresario; en la medida que les demos las tasas de interés lo más bajas posible vamos a asegurar su sustentabilidad. En este sentido el Estado no puede estar ausente. El Estado da subsidios para pymes, para autopistas, y una alternativa es que subsidie para potenciar el microcrédito, en la medida, sobre todo, que se puede ir reemplazando a los programas asistencialistas que son más caros que los microcréditos. Son muchos más caros porque son programas que se dan permanentemente y que no ofrecen salida. El crédito se va devolviendo. No se puede comparar subsidiar una tasa de interés de un crédito con los programas asistenciales. Sobre todo por el impacto sobre la persona, que se siente activa y digna

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